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¿Por qué, si todos disponemos del mismo tiempo, unos logran mejores resultados que otros? La respuesta es sencilla: La gente exitosa sigue ciertas rutinas. Se llaman motores de rendimiento. Multiplican la efectividad de todo lo que hacemos.
El primer motor de rendimiento se llama hacer la tarea.
Recuerdo una reunión de exalumnos, diez años después de que terminé la ingeniería. Mis compañeros y yo hablamos sobre nuestra experiencia laboral; qué negocios habíamos emprendido o qué empleos habíamos desempeñado. La mayoría contamos anécdotas lamentables. Pero había un compañero a quien le había ido muy bien. A sus treinta y cuatro años había triunfado como empresario; era dueño de varias ferreterías, facturaba millones al año, había ganado premios, dirigía programas para enseñar a jóvenes emprendedores. ¡Todos habíamos asistido a las mismas clases universitarias y obtuvimos calificaciones similares! ¿A qué se debía la diferencia entre sus resultados profesionales y los nuestros?
Nos dijo de manera simple:
–La razón por la que me ha ido bien es que nunca he dejado de hacer tarea –lo miramos con extrañeza. Él completó–: Todas las tardes reservo un tiempo para pensar a solas; estudio, investigo, escribo mis ideas y las organizo. Hago la tarea. Al día siguiente, cuando me presento a trabajar, sé exactamente cómo actuar. Eso es todo.
Parecía muy simple, pero no lo era.
Todos sabemos lo que es hacer la tarea. Algo que odiábamos en la escuela. Estudiar, memorizar datos, preparar presentaciones, redactar trabajos, analizar esquemas… Nuestro éxito como estudiantes dependía siempre de que hiciéramos bien la tarea. Si queríamos aprobar los exámenes y destacar, el secreto era siempre el mismo: prepárate en casa.
Entonces lo entendí. La persona de alto rendimiento hace tarea durante toda su vida de estudiante y sigue haciéndola cuando entra a trabajar como técnico, cuando lo ascienden a supervisor, cuando se convierte en gerente y cuando se independiza para poner un negocio propio.
En inglés la palabra tarea se traduce como homework, o sea “trabajo en casa”, pero se nos ha dicho que a la casa no llevemos trabajo… ¡Todo lo malentendemos! En efecto, no debemos resolver los pendientes de la oficina en la recámara, pero sí debemos estudiar, pensar, preparar nuestra actuación próxima. ¿Cómo nos atrevemos a presentarnos a las labores diarias sin haber hecho la tarea?
Nuestro colega nos hizo ver que él marcaba el rumbo, porque cuando se reunía con su gente, sabía qué decirles, controlaba los resultados; la gente confiaba en él, pues pocas veces se equivocaba. Pero no era un genio. Simplemente nos llevaba una ventaja: estudiaba más que nosotros el día anterior.
Éste es el primero de los ocho motores de rendimiento que conforman el MÉTODO TIMING. Los explico a detalle en mi libro Tiempo de ganar. Te invito a conocerlos y practicarlos. Sé que funcionan. Los uso diariamente, no sólo en mi vida profesional, sino en mi vida familiar e incluso en las relaciones con otras personas. Quizá hayas perdido clientes, dinero, posicionamiento, prestigio, relaciones, oportunidades. Y ya basta de perder, ¡es tiempo de ganar!