Un accidente aéreo causó la muerte, el pasado lunes, de cuatro pilotos de la patrulla acrobática norteamericana de los Thunderbird cerca, en Nevada. Según testigos presenciales, los cuatro birreactores T-38 se estrellaron en el suelo formando una gigantesca bola de fuego al terminar una figura en el aire. Parece difícil determinar si la causa del accidente fue que el líder de la escuadrilla intentó demasiado tarde enderezar su aparato, llevando así a la muerte a sus compañeros de equipo, o si se produjo una colisión durante el vuelo.». (Diario el País. Hemeroteca, miércoles 20 de enero de 1982)
El anterior es un ejemplo de muchas noticias similares en los archivos de accidentes aéreos.
En las acrobacias aéreas, los pilotos hacen que sus aviones vuelen a pocos metros de distancia uno de otro. A veces parece que las alas se juntan. Realizan distintas formaciones en las que se turnan el liderazgo. Un minuto el avión de la izquierda es el líder (y todos lo siguen); después, el avión de la derecha toma la punta (y todos van tras él); después, el de en medio y así sucesivamente. Si el líder en turno se equivoca, lleva a la muerte a todo el equipo.
Así es nuestra vida. Cada uno vamos al frente en momentos cruciales, y la gente depende de que hagamos bien las cosas.
En una empresa, por ejemplo, cuando el contador presenta las declaraciones de impuestos, va al frente del equipo y todos esperan que lo haga bien; si se equivoca, la empresa se estrella. Cuando los directivos establecen políticas, estrategias y metas, todos dependen de ellos; si lo hacen mal, la empresa se accidenta. Ocurre una tragedia similar si el diseñador produce un artículo invendible o inservible, si el departamento de fabricación hace un producto con mala calidad, si los especialistas de marketing se equivocan en el nombre o presentación del nuevo artículo, si los vendedores no son capaces de convencer a sus clientes, si los encargados de crédito y cobranza no pueden recuperar la cartera vencida, si el jefe de almacén no despacha los pedidos a tiempo.
En una familia pasa algo similar. Si los padres no son capaces de mantener una comunicación amorosa entre ellos y acaban peleándose o divorciándose, toda la familia se colapsa. Si un hijo no es capaz de manejar la presión de sus amigos y cae en las drogas, la familia entra se fractura.
Somos interdependientes. Nuestro trabajo y actuación importan. Créelo. Decláralo. Pregónalo. No se te ocurra menospreciarte o menospreciar a alguien del grupo. Desde el afanador que mantiene los baños limpios, pasando por la operadora que contesta el teléfono, el policía que saluda a los proveedores, la recepcionista que recibe a los clientes o el gerente de ventas que los despide. Todos importamos y si alguno decide hacer mal lo que le corresponde, es muy posible que afecte al grupo entero.
Aprendamos a hacer nuestra parte con excelencia y coordinémonos con los demás para trabajar en equipo. Así, la tendencia de perder (clientes, dinero, tiempo, oportunidades) se revertirá y comenzaremos a ganar. ¡Porque ya basta de perder! ¡ES TIEMPO DE GANAR!